La preeminencia del amor en tiempos de Pandemia
Vivir en tiempos de una pandemia es una de las experiencias más complicadas para el ser humano, desafortunadamente impera en la sociedad el miedo, la ignorancia de la enfermedad, la falta de información verídica y las diferencias de clases sociales lo cual contribuye a que muchas vidas se pierdan en el camino sin un trato digno o humanitario. Es tan grande la brecha social que existe en nuestro país que hay una población que ha tenido COVID19 y ni siquiera tuvo la oportunidad de hacerse una prueba, de acudir con un médico y ni pensar en un hospital, un claro ejemplo es Juchitán, Oaxaca en el que se oyó a las personas decir “La gente está muriendo y no sabemos por qué”. En contraste, una persona con grandes recursos económicos si es positivo a COVID19 buscará uno o varios especialistas que le hagan los estudios pertinentes y le recomienden como llevar a cabo un tratamiento que le pueda aliviar en la medida de lo posible los síntomas, por ahí se oyó a un empresario decir “Fue como una gripa” ajeno a la realidad y crisis sanitaria que se vive en el país.
Cuando mi familia pasó por un caso de COVID19 comenzaban las cifras de contagio diario por miles en la Ciudad de México, todas las noches nos sentabamos a la hora de la cena para ver y escuchar las noticias juntos y nos indignabamos ante la situación de desamparo para todo el personal médico pues decían no contar con el equipo suficiente de protección para atender a los pacientes que llegaban. Mi padre ante tal situación tuvo a bien comprar y donar caretas y cubrebocas para el personal de salud del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, comenzaban en esos días con más ahínco las campañas de #QuédateEnCasa por el aumento de las cifras aunque ya habían pasado dos meses desde que el gobierno promovía por todas partes dicha recomendación. Cuando mi padre comenzó a enfermar recuerdo que me enojé con él, por que habíamos hablado del riesgo que cada día más y más se acrecentaba y él no paraba de trabajar, pero cuando me enteré que se había hecho la prueba por recomendación de la especialista para descartar que fuera COVID19, en ese momento supe que se nos avecinaba una fuerte lucha y ese enojo se convirtió en preocupación. Las pruebas tardaban 72hrs, fue una de las esperas más largas de nuestras vidas, se la realizó un sábado y por ser día inhábil los resultados nos llegaron hasta el jueves, parecía que mi padre iba mejorando positivamente así que nos tranquilizamos un poco pero fue el miércoles por la noche que esa preocupación se convirtió en angustia pues por la tos que presentaba ya no podía hablar. Unos amigos cercanos a la familia nos recomendaron el uso de unos aceites los cuales fueron como un bálsamo para mi padre pues en varias noches no había podido descansar por todos los síntomas que presentaba. Por fin el jueves por la tarde llegaron los resultados confirmando lo que ya era más que evidente, inmediatamente la especialista nos indicó sacar una placa de tórax para analizar el daño a los pulmones, lleve los resultados a la casa de la doctora y me dijo: “Están bastante dañados, es necesario que lo ingresen a un hospital inmediatamente”, “de no ser posible tendrán que comprar las medicinas que te voy a indicar y lo tendrán que inyectar en casa, yo no puedo hacerlo tienes que comprender que es el infectado y nadie se va atrever a hacerlo.” No sabía como inyectar pero estaba dispuesto a hacerlo de ser necesario, en esa misma noche nos pasamos buscando un hospital privado en que lo recibieran pero se encontraban saturados, exhaustos por la búsqueda decidimos regresar a casa, mientras mi madre y hermana estaban buscando disponibilidad en algún hospital. Decidimos llamar a una ambulancia que tardó una hora en llegar, los paramédicos con su traje tipo astronautas que tanto veía en la televisión habían llegado a mi hogar, todo me parecía tan irreal. Hablando con uno de ellos me dijo: “Te voy a ser sincero, si nos lo llevamos y no hay disponibilidad en los hospitales, una vez encapsulado nadie lo va a sacar aunque se acabe el oxígeno. El tanque dentro de la cápsula dura 30min y la búsqueda de hospitales es indefinida puede tardar un par de horas, así que tú decides.” Por supuesto me negué rotundamente a que se lo llevaran. Fue el viernes a mediodía, que unos de mis tíos pudieron conseguir el ingreso para mi padre en un hospital al cual lo llevé inmediatamente, pero lo terminaron trasladando por la noche a la Unidad Temporal COVID en el Centro CitiBanamex. El aislamiento y separación de los seres queridos en la enfermedad es uno de los intensificadores del dolor más difíciles de manejar, el hecho de que ningún familiar te pueda acompañar es algo terrible que pocas veces sucede, es por eso que una de las ventajas más grandes que tuvimos en ese centro fue que se le permitiera a mi padre como paciente tener comunicación con nosotros a través de su celular, algo que difícilmente ocurrirá en los hospitales públicos. Hoy en día, aunque los aumentos de contagios continúan y la saturación de los hospitales no cesa, se sabe mucho más del virus por lo que muchos doctores han implementado los tratamientos más efectivos en casa con todo y oxígeno pero ahora existe una pelea por la escasez de tanques de oxígeno entre las personas pues varios expendios lucran a costa del dolor ajeno.
Que importante es rodearse de las personas que verdaderamente te amen en todo momento pero más en tiempos de pandemia, pues esas personas estarán dispuestas a dar la vida si es necesario para que puedas salir adelante de la situación que sea, a muchos les parecerá locura pero otros pocos sabrán perfectamente a lo que me refiero. Sólo el amor es lo que mantiene el balance en el mundo ante tanto dolor y sufrimiento, ese amor divino que sobrepasa todo entendimiento. Si no fuera por el amor de las personas hacia su profesión u oficio y por la convicción de que su labor es indispensable en esta guerra en contra del virus, el personal de salud no podría seguir adelante pues no sólo se exponen ellos mismos si no también a sus seres queridos. El verdadero amor es tangible, en acciones y no en palabras, en empatía primeramente, en cuidados, en conocimientos pues aquellos que aman su profesión u oficio investigan y estudian hasta resolver el problema que se les presenta, el amor se refleja en cambios significativos de pensamiento que permitan un trato más humano a quienes padecen una enfermedad que no se conoce del todo, teniendo en cuenta que como en toda curva de aprendizaje tarde o temprano se podrá comprender mejor. Una de las lecciones más difíciles de todo esto es que a pesar de los riesgos para la salud, es necesario entender que la vida tiene que seguir en todos lo ámbitos existentes por salud mental de todos adaptándonos a las nuevas modalidades. Al final cada quien realizará conforme a sus intereses las actividades que más crea convenientes y tendrá que asumir los riesgos y consecuencias de dichas acciones, no podemos exigir a los demás que se queden en casa cuando en su oficio o trabajo no existen las condiciones para hacerlo, no podemos esperar que todos piensen o actúen de la misma manera que nosotros por que las circunstancias particulares difieren abismalmente entre unos y otros. La vida siempre ha sido un riesgo desde que uno se levanta hasta que anochece, la diferencia es que hoy se nos recuerda constantemente en los medios de comunicación, pero nuestra permanencia en este mundo depende de Dios y no de nosotros mismos por más que eso parezca, por lo que no habrá nada mejor que hacer que aquello que amamos, aquello que verdaderamente nos apasiona, nada como acercarnos más a esas personas que nos aman con acciones y no con palabras, sin fingimiento, ni condiciones, sólo así podremos vivir una vida plena en medio de tanto caos y dolor que nos rodea, pues solamente el amor nos salvará ante cualquier pandemia pues derrocará todo temor, todo prejuicio, toda ignorancia, toda falta de humanidad, toda falta de empatía para que luchemos unidos en contra de cualquier tormenta.